Soñé
Que estabas acostado en tu cama y llovía. Que estabas
profundamente dormido, pero que soñabas algo lindo porque sonreías.
Yo había entrado, no sé cómo, en puntillas hasta tu cuarto,
y estaba feliz.
Tranquila, me sentada en la cama, a tu lado, muy despacito.
Cuidadosamente, te olía el cuello y te acariciaba la barba. Te besaba los ojos
y la frente. Estaba feliz, lo dije ya?
De pronto pasaba algo extraño: un montón de angelitos
aparecían, se alteraban y empezaban a volar por tu cuarto y a tu alrededor. De
golpe yo sentía la magia . Recuerdo que en ese momento, me dieron ganas de
reírme, pero sabía que no teníamos que despertarte y que debía irme rápido.
Entonces me paré y me fui, caminando de espaldas. Te miré
desde la puerta del cuarto, y estabas prácticamente cubierto por hadas y
ángeles que revoloteaban como mariposas a tu alrededor. Como si los tuyos y los míos se estuviesen
saludando, y estuviesen confundidos
o jugando, o eligiendo. Creo que eso pensé en ese momento. Y
yo estaba feliz. Y vos parecía que sonreías (aunque estabas dormido)
Mientras me iba caminando por el pasillo, vi que tu casa
estaba toda sucia. Y había amontonadas muchas cosas viejas en tu cuarto. Y todo
estaba cubierto de polvo.
Y no se si lo pensé o si lo hice, pero me imaginé que tenía
una varita en la mano: una varita
mágica. Y la movía, y quedaba todo limpio y ordenado. Y salían estrellitas.
Vos ni te enterabas y seguías durmiendo. Y yo a esa altura estaba
muy apurada, porque no te dije, pero durante todo el sueño, había música de
fondo. Música francesa creo, como de cajita musical. Y yo sabía que debía estar
afuera de tu casa antes que la música acabara. No sé por qué, pero era un
imperativo. Era una de esas seguridades que aparecen en los sueños que no se
pueden explicar, que solo se respetan.
Y entonces me iba rápido, y apuraba a mis ángeles para que vinieran
conmigo. Y cerraba la puerta, y la música dejaba de sonar. Y caminaba hacia el
ascensor. Y la magia ya se había perdido. Y no había más ángeles.
Y yo estaba sola. Pero me subía al ascensor, y bajaba uno a uno los pisos, y me
iba feliz.
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