(Com)unidad 32

Ser en la cárcel hoy como potencia de poder ser en otros lados mañana. Reflexiones sobre la apertura de nuevos espacios des-carcelados

Foto: Florencia Jaworowski. Obera, Misiones

Hemos concebido el Taller de Escritura, desde el principio, como una posibilidad de “escape”. Nuestro objetivo inicial era lograr el espacio necesario para desarrollar ciertas habilidades que les permitieran a los internos escribir un cuento que regalarían luego a sus hijos. Después de varios meses de trabajo eso ya es pasado. Desde nuestras incertidumbres con respecto a las competencias lectoras de nuestros estudiantes hasta la verificación empírica de sus enormes potencialidades, el crecimiento personal que experimentamos, profesores y alumnos, ha sido enorme.

Con una metodología que nos permitió introducir a no lectores (ni menos escritores) a través de distintos géneros literarios dentro de un universo nuevo y desconocido, logramos una conexión intelectual con el interno que permitió evidenciar que, como cualquier otro, pueden, quieren y saben pensar. Si en un principio no se consideraban capaces de escribir pequeñas frases, ahora no sólo redactan cuentos y poemas, sino que también se han convertido en creadores. “Un Cuento Para Mi Hijo” pasó a ser mucho más: la posibilidad real de cultivar capacidades creativas que tampoco sirven ya para “escapar” del lugar en el que se encuentran, sino para transformarlo y mejorarlo.

Como docentes a cargo del taller nos sentimos responsables de aportar una gota de agua dulce en un océano muy salado. Así, entendemos la responsabilidad como la habilidad o la capacidad de responder. Es decir, de brindar un servicio, de estar disponibles y con los ojos bien abiertos ante el llamado del otro, de estar dispuestos a asumir un compromiso.

A lo largo del taller el trabajo que hicimos fue ligar el concepto de libertad al de responsabilidad, el de reinserción social al de autonomía individual y el de marginalidad al de potencialidad. Esas relaciones fueron elaboradas en y por la escritura, dentro del marco de la lectura y la producción textual de los propios internos. La escritura no fue más que aquella preciada excusa para saltar al vacío, para ir en busca de algo que, hasta ahora, no había aparecido en sus vidas: el espacio y la distancia necesaria para crear en ellos la [auto] reflexión crítica.

Confiamos en que transmitir ciertos “valores” es siempre imprescindible y haber accedido a ellos a través de la escritura nos permitió justamente trabajar en la no violación de los mismos.

Una lectura “encarcelada” como la que desarrollamos durante el taller (sin fines moralistas aunque con pretensiones éticas) provocó en los internos, el comprender que su experiencia de la escritura en la cárcel franqueaba los límites espacio-temporales de su experiencia de vida. Ese fue el movimiento que pudo capturar el taller gracias a un espacio abierto como el de María de las Cárceles, sin rejas, sin techo, sin límites. Es decir, que cada jueves nos permite vivir la experiencia de un encuentro imposible y ejercitar la tarea política que creemos, urge en nuestro país: generar las condiciones de una igualdad que a priori no existe. Por eso mismo, trabajamos en conjunto profesores e internos desde un espacio no-vivible en pos de generar un recorrido de vida posible. La apertura que se genera semana a semana es fruto y producto diario de nuestro trabajo codo a codo y de forma persistente. Creando comunidad al margen.

Quisimos pensar la libertad como la falta móvil que motiva la palabra, pero que en ese sentido es una falta que no falta, sino que sobra. ¿Por qué? Porque los presos son libres de leer, libres de escribir, libres de cortar con las cadenas de la reincidencia, libres de poder trascender las zonas de frontera que los excluyen para forjarse un futuro mejor y propio. ¿Y cómo fue que hicimos posible ese margen de pensamiento autoreflexivo? Posibilitando el espacio en el taller para que emerjan nuevas voces y los presos se sientan libres y capaces de tomar la palabra y el lápiz.

La emergencia de estas nuevas voces es un acontecimiento por medio del cual advienen formas de subjetivación reprimidas o aún censuradas. Proponemos trabajar entonces abriendo campos, creando comunidad, adentrándonos en las dificultades que las desigualdades sociales generan, desde aquí donde estamos, en el agujero del miedo que nos une, nos choca, nos superpone o nos enfrenta.

Porque hemos escuchado hasta el cansancio que la cárcel no reforma, no enseña a no volver a cometer los errores que hicieron a los internos ingresar en una primera instancia. Hasta el cansancio escuchamos que de la cárcel se sale igual o peor que como se entra. Es a través de la experiencia vivida en este taller que nos dimos cuenta que eso se puede cambiar, aún si no se cuenta con los grandes cambios estructurales que deberían darse en las instituciones carcelarias.

Consideramos, y a eso apuntamos, que solo si el proceso de aprendizaje se interioriza, se vuelve propio, habitual, puede mantenerse más allá del trabajo con el soporte de los docentes. Si generamos hábitos de pensamiento, lograremos que se conozcan y de esa forma puedan ser y sean más dueños de sí mismos y de sus decisiones, a la vez que se independizan del docente. Por eso intentamos que, con la ayuda de la reflexión inspirada en los textos y guiada por los docentes, puedan ingresar al terreno de lo abstracto y de lo conceptual; ya que es esa la única manera de pensar(se) de manera íntegra, considerando nuestro lugar en el mundo y la influencia que podamos tener en él.

Trabajamos para brindarles la mayor cantidad de herramientas (conceptuales, afectivas, didácticas, materiales) posible para pensar y entender el mundo, para que, a la hora de tomar decisiones, sean capaces de elegir lo mejor para ellos y para el universo que los contiene.

Nuestro objetivo es enorme, pero nuestros estudiantes nos han enseñado, mediante el trabajo y el compromiso con el que asumen la experiencia del taller, que es posible. Y que hacia allí vamos todos.

Soledad Nuñez
Roberto Pizarro
Florencia Carbajal