Un texto como excusa de una nota al pie








Me vino esta imagen: una relación de amor es simplemente una operación de montaje. En el amor se montan imágenes, estados del cuerpo, movimientos del alma, palabras sueltas y pensamientos oraculares. El amor es producto del vínculo formal imaginario de esos mundos perceptivos abiertos, en constante mutación y puestos en abismo. El relato de qué es ese amor, luego recubre todas las marcas del vacío, sin decir nada, carga de construcciones subjetivas los acontecimientos y los dispone en el espacio de la memoria. Los organiza, los relaciona, los superpone, los ensambla, los diferencia, los pone a conversar. Suele ocurrir que repetimos imágenes-movimiento mentales que nos llevan a afecciones emocionales equivalentes. Es decir, viajamos en el tiempo, y traemos al espacio, emociones del pasado[1]. Las repetimos una y otra vez. Las buenas, para recordar que en el film (la relación amor-montaje) nos amábamos simplemente, de forma pura, sin relación directa con el mundo materia de desacuerdo. Las malas, para intentar no repetir, mejorar, corregir, sostener, permanecer, reconstruir el vínculo. Errores. El amor deambula en nosotros y nosotros todos erramos en el amor cuando pedimos ruta nacional al caminito. Por que amar es sólo la operación de montaje; es decir, montaje sin film. Puro movimiento, fluir como estructura, es decir, pura transformación del tiempo y el espacio dado. El vínculo solo se transita. Y su forma es la de transformación. La de la mezcla. Nunca recuerdos puros. Siempre imágenes empapadas de intenciones que son la excusa de un nuevo film.

Pensemos que no hay film. Pensemos incluso, que no somos un personaje protagónico de ese propio film que es nuestra historia de amor.  Pensemos incluso que alguna vez el film pueda montar bloques de silencio e imágenes de vacío.




[1] (Es una experiencia habitual ver a alguna mujer sentada en el colectivo, preferentemente en la hilera de una sola silla, escuchando música, preferentemente de un Ipod, mirando hacia la ventana, preferentemente un día de lluvia, llorando sola pero como feliz de estar llorando, como queriendo hacer lo que está haciendo, estar llorando. Como si se supiera que llora por amor y ella quisiera repetir esa experiencia de llorarlo en el colectivo mirando por la venta. Porque para una mujer la música durante un duelo lo es todo. Es muerte o música. Y la música pasa a ser el amor en sí mimso. Fundís tus emociones y tu humor al estilo  que estás escuchando y todos los temas te dicen algo, cada canción se vuelve un mensaje revelador y el aleatorio funciona como una especie de danza del alma que te lleva de acá para allá durante el viaje. ¿Pero vos en lugar del aleatorio qué preferís? Repetir el disco. Una y otra vez el mismo disco. ¿Otra vez este disco? Sí, otra vez. Hoy lo necesito. Pero ayer habías logrado dejar de escucharlo. Sí, ya lo sé, pero hoy lo necesito. ¿Por qué? Porque hoy no hay ninguna razón pero quiero que siga habiendo una razón para estar mal por él, porque lo extraño, porque en realidad no lo amo, porque lo amo tanto que sé que vamos a tener hijos juntos, porque quiero festejar que de verdad no tengo ganas de verlo más, porque le agradezco que se haya cruzado en mi camino, porque quiero recordar su olor, porque hoy lo siento lejos, porque si escucho el disco me lo voy a cruzar, porque quiero recordar que realmente no quiero más pensar en él, porque me hace bien, porque me hace mal, porque podría seguir escribiendo un millón de excusas para poner siempre el mismo disco para poder pensar en él y llorar en el colectivo mirando por la venta un día de lluvia como hoy)  

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