Hija de mil







Mi diario es público. Dejo que las lecturas me escriban. No me sale esto de anotar lo que me pasa cuando me pasa. Me pasa antes, adelantado, adelantada yo. Me pasa después pero no mientras tanto. Mientras tanto nunca me pasa nada. Por eso el diario se hace como forma infantil publicada. Recuerdo haber sido ultrajada. En parte tenerle pánico a la rima pero dejar que pase si pasa como resistencia a crecer hacia adelante. El problema del devenir de la vida cuando está enjaulada en el progreso. Injuria: ella surcó mi intimidad con su ojo y me leyó los versos que en ese entonces se escondían entre fotitos de chicos lindos y alguna amiguita desnuda. Los nombres antes eran cifrados con dibujos pero hoy aparecen como metáforas de lo que no se puede nombrar: él, ella. No puede diario no dice lo que corre al tiempo. Diario para adentro. El diario de hoy podría decir: “Querido diario: Hoy cayó granizo en Buenos Aires y para mí fue perfecto. Me tomé el tiempo necesario para mirar por la ventana y meditar acerca de ello. Hoy cayó granizo y yo no hice nada que pudiera vincularse con una idea de progreso. Solo me quedé en la cocina, mirando por la ventana. Ni siquiera cerré las otras ventanas, porque me gustó sentir que la tormenta entraba en mi casa por todos sus agujeros” Hipocresía y sucio secretito. Como un escalofrío por mi espalda que me endurece el cuello cuando estoy a punto de bailar una danza de mito ante tu mirada invisible. Vos no estás, pero yo estoy por bailar y de golpe me quedo dura, como que me dan un garrotazo letal por atrás que me parte en dos.  Y a partir de ahí: control sobre lo que escribo. No dejo que fluya, o mejor dicho, ella no me deja dejarme fluir. Nunca es justo lo que digo: nunca es justo un momento lo que (me) pasa. Debe leerse de corrido: nunca es justounmomento. ¿Ella quién es? Vuelve el mito, retorna una y otra vez, hasta fundirme con la pura idealización. Pura es la idea y solamente ella. Todo lo demás es bajo y mixto y por momentos múltiple en la expresión de sus miembros. Por eso el diario no alcanza a volverse monstruo ni palabra de mujer madura. Porque el diario es singular. Como las ideas singulares o como decir ahora una verdad: tengo el corazón tapado de vino. Debo tener extremo cuidado con las palabras largas y acentuadas. No dice nada que yo diga idealización. Digo más bien: ver en tus ojos mi destino. Sentir sobredosis de ser a tu lado. Eso es para mí el horror: garrotazo de sentido: estar completa. Ayer quemé mi diario porque sentí que insinuaba (flecha con punta hacia la derecha) necesidad de destruirte como a mis ideas. Yo ya se que el mito del diario no me ayuda a componerme. Pero cuando María me dice estoy re chimango y vos sos una hija de mil, yo pienso hija de quién, ella (me) dice hija de mil que es tan abstracto que se multiplica solo el sentido si ella no acaba la frase. María acaba pero yo no. Madre, hija de mil, puta, palabra, huérfana, chimango, María, María, María. Esto tiene que acabar pronto. Me cuesta tanto. Me toco, me toca tocarme y nunca llego. ¿A dónde? El diario se interpone. Tu mirada aparece como posibilidad de mirada y mi tacto se disputa entre el desgarro ocular que las madres enseñan a las niñas a llamar llanto, y la búsqueda de un cuerpo que no sea el mío pero que sea real y este acá en mi cama, aunque yo este sola. De pronto la frase: Tocarme inyectando sol al embrión mental de mis deseos. Eso es colapso de tiempo que escapa al diario y a la publicación. Todo forma parte de un goce inconexo entre las palabras, el sexo y la ausencia. Mi cuerpo hecho de fragmentos, de un mundo entre onírico y épico, pero acotado a la percepción de la urbe que me contiene sin bordes que hace del mundo un mundo bastante de mierda. Entonces el diario se vuelve contra la mierda la única escapatoria. Extranjera de tribus urbanas, no sirvo para  estar conmigo. No sirvo para explicarte lo que entiendo por calidad virginal. Pero algo de eso es lo que busco. Como has notado ya, cambiada de aspecto: aunque es diario, tiene menos miedo de usar algunas palabras. Mi mamá no me lee. Cabalgar y sentirme firme sobre el lomo de un caballo negro de pelo duro pero iluminado por los rayos solares que le pegan en las costillas de costado cuando corre. Corre tan fuerte que temo desvanecerme con la fuerza del viento penetrándome cada uno de los poros de mi piel. Piel mía y piel de caballo negro van juntas en contacto donde a cada poro corresponde cada pelo. A eso llamo: calidad virginal: a cada poro de mujer, cada pelo de caballo. María no sabe de eso, pero yo sí.  Cabalgarte es una acción circular y recíproca. Jinete no dice exactamente lo que siento al cabalgarte, mejor algo así como sentirme inmanente y de este lado de la vida. Cuando cabalgo desparece el diario y el mito. Como si me montara sobre una fuerza natural. Instante puro de presente: cabalgarte. Sordera colectiva ante el ritmo de una yegua, mitad ya no sé qué digo, mitad mientras tanto la paso tan bien que algo debe haber detrás. Madurez iniciática: no necesito fortuna. Necesito que las palabras me exciten, me dejen cabalgarlas y me penetren. Diario dice: ella necesita el poder de un hombre para parir su victoria (refiere a la victoria del hombre). Ella dice que no necesita fortuna. Que cuando María le dice hija de mil, le dice potencia de jinete pero que cuando ella se toca no acaba porque sus ideas se interponen. 



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