Nadie me mira








El disfraz de presentarme como escena. Ese fracaso de decir la palabra es mi decir. No tengo otra posibilidad que fracasar. Lucho por dejarme ser. Escrita. Lucho para abrirme hasta escandir el tiempo y quedar resguardada de los mitos y los dioses. Protegerme de la escena que monto para decir yo. Perforada y comprender que ya no puede sostenerme narrativamente ninguna palabra me define. Me escapo. Me conservo y me expando respirando un sinfín de dudas realizando un duelo profundo entre las palabras que me borran. Resistir. Hasta quedar invisible. Hasta desaparecer en un horizonte de tensiones que acorrala mi ser floral en un campo mirado por alguien que ya no está.
Es solo una apariencia, una máscara. Las palabras describen la superficialidad del golpe en el cuerpo. Traducen lo indecible del vacío que me compone. Como imagen brillo, como sustancia desvanezco. No hay nada previo al lenguaje. No hay nadie privilegiado en esta danza. Miran mi campo y no descubren nada. El vacío es la figura que me hace de borde. Cuando bailo y quedo sola, cuando las palabras ya se han ido, me aparece un límite y otro cuerpo desplaza el vacío y me hace de cuerpo. No hay vacío cuando bailo, hay frontera y horizonte. Aflora un cuerpo que aparentemente es mío y se enmascara. Nadie me mira.



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