Aman T


“Las excitaciones nerviosas orgánicas son sensaciones que se conservan a sí mismas como vibraciones espirituales ”

Foto: Florencia Jaworowski


“Esta es la vida vista por la vida” Aquí no hay nada que quiera parecerse a la muerte. No hay nadie que quiera morir a mi lado. Esta soy yo intentando hablarte nuevamente. Queriendo, todavía, mantenerme en la perseverancia. Se que voy a poder decirte algo cuando deje de intentar hacerlo. Deberás ser paciente antes de pedirme que haga silencio. ¿Por qué no me callo? Porque aquí no hay nada que quiera parecerse a la muerte te dije. Pero, ¿por qué mejor no me siento en la puerta de un edificio y te espero llegar? Podría mirarte a los ojos, sonreírte, abrirte amablemente la puerta, invitarte un diálogo, preguntarte si quisieras ayudarme y ofrecerte que te quedaras sentado a mi lado para esperarte llegar y recibirte con una sonrisa. Esta es la vida vista por la vida.

Viva o muerta, escribo. O en letras grandes trato de vivir. Por lo menos en mi tiempo libre intento decirte, con mis más amables reverencias, que quisiera que fueras mi amigo, mi escucha. No es un grito, ni siquiera un pedido. Es solo la palma de una mano acariciándote la mejilla y tu rostro continuando la línea del movimiento del perfume que queda flotando en el aire. Busco desesperada intimidad: te digo sí al encuentro de un enlace en el tejido que exprese voz. Te digo nudo. Te digo que a veces me quedo sin palabras y lloro o respiro. Porque a veces lloro cuando alguien niega las vibraciones de sus cuerdas. ¿Y cuando alguien se tensa y no suena? Me entristece y le escribo notas. Notas como las que ahora me ayudan a pensar fórmulas para darte intensidad y ritmo. Y no digo que hablo de música, aunque siempre quisiera. Porque la música no pesa, vuela. Porque se vuelve más liviana mi voz y mi cuerpo la danza. Porque me siento delicada, insinuada en los sonidos.

Lo que siento es que hay algo así como alguien con vida que camina mi vida y me hace sonar. Y por paso de vida imagino: pies descalzos de niños [y rodillas, muchas rodillas] que gatean sobre las cuerdas - y crean pocitos dando pasitos en la arena. Pequeños pasitos tímidos y vacilantes que generan inmensos temblores, terribles rajaduras en la tierra. Niños creadores de mundos lejanos con grutas y desiertos.  Pasos de vida cubiertos por las olas azules del aliento del tiempo que te hacen ser voz, que te hacen vibrar en aullidos de auxilio y amor... Creo poder estar delirando cuando digo cosas como “el aliento del tiempo”. Pienso claramente en imágenes de aire corporal, interno y tibio. En aliento con sentido. Aliento comunicador que me figura las imágenes de la voz. Las veo porque no tengo miedo de mirar adentro de un cuerpo. Yo ya no tengo miedo de mirarte a los ojos como cuando hace un rato te amagaba la vista. Ahora puedo dejarme caer dócilmente como una yegua que se echa, fatigada, a las orillas de un río de caudal sonoro.

Mi aporte: la donación amorosa que abre el camino hacia lo divino en la relación de los amantes. ¿Hago de la transmisión del amor mi propia potencia regeneradora de vida? ¿Hago de la transmisión del amor mi propia potencia regeneradora de vida? ¿Combato mi propia lucha al amarte? Decirte no es más que volverte mi amante, mi fuente de vida, infectarte.
Siento que mi mensaje es autodesafectivo si no me nace en la mirada el agua verbal que infecta a los dispuestos a infectarse. Si no encuentro cada día a los ya infectados que me devuelven el mundo. ¿Se vuelve desafectivo el afecto? No tengo dudas: aún deseo que el amor se haga virus.

Hago de mi memoria humana una ley futura. Mi ley: no olvidar nunca el cuidado supremo [de perro guardián, de enano de jardín, de hermana mayor tradicional] que necesita una fuente. Cualquiera fuere, una fuente es como un hueco vacío dispuesto a llenarse y donarse. No es fuente sin función: recibir, contener y donar. Y todo esto para contarte en realidad el motivo de mi espanto sin moral: un hombre que no ama es inútil. Y que mi ley es entonces sobrarme. Rebalsarme siempre, pasar sequías al filo de la muerte y revivir una y mil veces en inundaciones peligrosas. Excedida de amor prefiero morir en plena condición de poder recibir, contener y donar y explotar si es necesario pero jamás permanecer tan vacía como un fuente sin cuidados. Mi ley: no olvidar nunca el cuidado supremo que necesita una fuente.

Me duele mucho tener que decirte estas cosas y hablar sobre cosas de hombres y fuentes vacías. Me mucheo ahora -cuando te pienso mientras te escribo- desbordada, excedida en puro pánico escénico de poro caliente abierto que me contrae a ser una experiencia afectiva nada más. Y me desplomo [como en aquél sueño caía la princesa al río de lava con su hijo mutilado entre los brazos] y nado en mi caldo amniótico intentado no ser devorada por aquello que debiera ser mi alimento. ¿Qué es peor que retornar a “mi” caldo amniótico? ¿Qué es peor que confundir el infierno con la materia de este mundo?

Quisiera simple. Algo de esta forma, además de mi, sobra acá. Quisiera ser más simple porque ya no entiendo mucho dónde pasa cuando escribo. Algo... mis imágenes-recuerdos [lo que llamo: llevar flores en los bolsillos]  me traicionan. Llevo flores que pueden traicionarme en los bolsillos. Imágenes recuerdos porque no son recuerdos puros, no son imágenes puras. Son mis flores en los bolsillos.

Quisiera estar más segura todavía para poder decirte que la falta de afecto es una cuestión de vibraciones. Eso todavía no lo digo.










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