Marinera 2011 (Marina Mangieri)



Es tiempo de comer galletitas Melbas mojadas en café, hacer fiestas en la casa de mis amigas en short remera de los Tres Chiflados consumiendo todo lo que hay y  mirando “It”, meterme en la pileta con Sofi y mi hermana para salir rápido a tomar sol mientras los perros corretean por el pasto sin pasto, escuchar a Fer tocar una canción de Los Piojos en la guitarra porque está por irse a ensayar con sus amigos, llevar el ventilador al cuarto de Pablo para ver a Los Muertos Vivos con él sino me da miedo, ir al quincho a escuchar “Everyday will be like a Holiday”  y pensar a Romi pedaleando rodeada de montañas con sus rulos colorados al viento que decoran el paisaje, sentarme a upa de Lili cuando usa camisón y plataformas y mira los programas políticos de la madrugada porque estoy triste, bailar cumbia y hacer mímica de la canción que repite mil veces lo mismo en un boliche con un amigo de una noche, tirarme en el sillón entre mis perros y dejar que ellos hagan de mí lo que quieran aunque me piquen los ojos, ir a la terraza de Alberdi 348 con cielo celeste lila naranja y rosa  mirar a Seba Nacho Mancito Juan Bicho Julián Emanuel en ronda hacer jueguitos con una pelota verde desinflada  que siempre se cae a la calle pero algún buen vecino la devuelve sino baja Juanchi rapidísimo y pasa a través de la ventana con su destreza para no tener que abrir la puerta de calle y vuelve con lo que todos esperan y más ganas de jugar que antes, hablar por teléfono con Flor porque deja de hacer todo lo que hace y le urge la necesidad de contarme cualquier cosa con esa voz entrecortada vergonzosa y risueña con tal de que hablemos un rato, reírme con Valentina haciendo ruidos de chancho con la nariz un poco sin querer y bastante a propósito, tener citas con chicos que parecen hombres,  cantar gritando y creyendo que mi voz puede llegar a cualquier nota y alma que yo quiera, entender y aprender de la vida de los Dioses de la tierra a través de la danza afro, escribir con pocos signos de puntuación y muchas palabras, creer en la amistad de camas separadas y picos de despedida, ponerme vinagre y pasarme el peine fino después de la pileta porque me contagié piojos, dejar que Barbi me pase a buscar y me lleve a donde quiera aunque no sepa bien dónde es eso, hablar con Tita de gente en común que iba al bar Vizcaia de la calle San Martín a festejar cualquier cosa rompiendo vidrios, mandarme mails con Benjamín que está en Berlín mirando la nieve caer mientras escribe una imagen, sacarme fotos mágicas con Julia, que el Turco haga bomba en la pileta mientras los demás tomamos sol, hacerme nuevos amigos y amigas de las montañas sureñas y rotmi patagónico, que mi papá me haga el chiste sin sentido del dedo que me choca el cachete cuando vuelvo la cabeza distraída, andar en bicicleta por Avellaneda con amigos y cruzarme con conocidos que alguna vez quise y voy a querer siempre aunque no lo diga jamás y ni siquiera los salude, sacar fotos a los barcos abandonados del Riachuelo desde mi bicicleta playera amarilla con pedales multicolores que me prestó mi hermano mayor ó no, habitar la Ciudad en verano como un paisaje nuevo  y oculto para quienes usan anteojos para leer números, ayudar y dejarme ayudar, empezar otro capítulo. Es tiempo de tener tiempo y elegir.
La última vez que me sentí así fue hace 10 años. ¿Qué pasó en el medio? Todo lo que tenía que pasar para que hoy vuelva al mismo lugar en otro tiempo; aunque el lugar nunca es el mismo. Es el sentimiento de la melancolía un lugar común. Es lo que caracteriza el término de una década lo que me pasa. Como si el tiempo fuese un resorte que se estira con los años. Acá termina una década mía, suelto el resorte y aparece mi capacidad de resurgir desde los orígenes, desde mi más yo que siempre estuvo y hoy sale al Mundo como si fuese algo nuevo. Como si el 2011 fuese un Año Nuevo. Esa posibilidad que te dá el tiempo cuantificándolo, esa oportunidad que tomamos  exprimimos y sacamos en fuegos artificiales que apuntan a las estrellas que ya no existen. En Australia ya terminó el 2010. Si todos nos movemos de lugar: ¿Qué pasa? Yo me moví y acá estoy de nuevo Viejo, el mismo espacio pero en otro lugar, el mismo tiempo pero  otra década. Ya es el 2011 en Rusia y nieva, se puede sentir.
Quisiera invitarlos a todos a moverse conmigo pero cada uno para un lado diferente, quisiera hacer el experimento del tiempo, quisiera existir para siempre. Ese deseo, nuestro lugar común. 

Marina Mangieri

Comentarios

  1. A Flor que me enseñó la danza del movimiento y así aprendimos juntas.

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