Fragmentada







Como si fuera fácil, digo, no dialogar con la muerte. Cuando muere tu niña interior me pregunto, qué sentido tiene entonces escribir. Si nada, aunque fuese posible o necesario ser dicho, nada brillará.

Una mujer cae fatalmente agotada hacia el centro de la tierra. Es absorbida por una fuerza cósmica hacia el magma. Esa misma mujer, había intentado durante días y noches escalar montañas que en vano la azotaban con la injusta dignidad de su destino merecido. Muere en su plena incomprensión de soledad. Sin embargo, una vez muerta, sabe que el movimiento no puede, sino hacerse en el mismo lugar. Y la mujer entonces, de alma bella y encendida, se echa a bailar.

Hay algo del ciclo que intento decirte mientras escribo. Hay algo de presentación también y de llamado. De auxilio.
Posiblemente me esté acercando.

Algo de ella, extraño. Algo de su decir sin pretensiones y de su estar inmotivado. De su desorden y su éxtasis por los gestos pequeños.

No hay mucho mas que tierra, cielo y camino.
Sin embargo me pierdo en cada estado como si las partículas de mi cuerpo fuesen por momento, o solo de tierra, o solo de cielo, o solo de camino. Como si en el fondo fuese excluyente la vía. Como si en fondo buscara el fuego. Como si a mis espaldas viniese el agua, la gran ola y yo no activara mi instinto animal para salvarme. Lo sublime se escapa de mí. La sonrisa retorna.
Camino. Camino
Por la tierra desierta de hábitos. Camino sola.
Despoblada de sabiduría. Camino desnuda y sin pensamiento.
La tierra agrietada. Seca.
Seca, seca.
Mis pies agrietados. Tierra. Tierra.
Muero de sed.
Bebo del cielo.
Espero que una época de lluvias venideras funde un pueblo en mi vientre. Que me arrastre contigo. Que anule toda posible distancia. Que me funda como al hierro. Que me surque la tierra, el cielo, el camino.

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